Las rebajas me parecen uno de los mejores inventos del Marketing, al que soy adicta. Al Marketing digo, que no a las rebajas: no me gustan nada.
Lo único bueno de las rebajas es que son optativas si quieres vas y si no te quedas en tu casita viendo desde la tele como la gente se deja los dientes intentando ser la primera en entrar en el Centro Comercial. ¿Dan medalla? ¿Cuánta como un mérito para explicar a tus nietos?
Yo no las he entendido nunca. Como tampoco entiendo que cuando estoy de vacaciones en agosto ya haya abrigos en los escaparates. Me da urticaria.
En realidad, a mi es que las rebajas me pillan ya como cansada de la estación en la que me hallo. Todo lo que quería comprar ya lo compré en su momento con aquel sentimiento #ansiaviva de ver las novedades y quererlas en tu armario.
Ahora ya no quiero nada. Mi armario está lleno. Mejor dicho: demasiado lleno, así que matarme con alguien para coger la última L camino del probador es una gimcana en la que no participo.
Una de las cosas incomprensibles de las rebajas es que el día dos ya no quedan tallas ni L ni XL. Toda prenda viviente que cuelga de su correspondiente burro es la S o la M. De buen rollo, ¿eh? ¿Es que acaso las marcas no entienden el mensaje?
Señores de Marketing: Si las tallas más grandecitas vuelan y las de
Barbie escuálida sobran… ¿Qué tendríamos que fabricar más para el año que viene?
Pues nada oye. Año tras año la misma historia. Me pregunto qué harán el 28 de Febrero con todas las S. ¿coserlas entre si y hacer manteles?
Y luego está el timo de la estampita de éste siglo. Tú que habías entrado en casa de Don Amancio y habías calado aquella camisa monísima pero un poco cara, vas con el GPS conectado y las coordenadas exactas de donde se encuentra la susodicha y…
¿Qué encuentras? Que por arte de birlibirloque esa camisa ha pasado a ser “de temporada”.
Vale que con ‘el caloret’ invernal y que el tiempo actual se nos está volviendo canario por momentos las estaciones pueden confundirse, pero ni somos Dinio ni es de noche en Zara. A las rebajas lo que es de las rebajas.
Y aunque año tras año queremos llegar con pasta a las mismas, la verdad es que hemos echado el resto con las compras navideñas y entramos en las tiendas con el bolsillo ya un poco escurrido, con lo que la ganga para serlo tiene que ser una súper ganga y de esas… ¡no hay tantas!
Porque cosas baratitas así a primera vista hay montón, pero te las acercas a la vista y quieres desfallecer antes de ponerte aquello.
Y ni hablar de algunos zapatos de las grandes marcas low-cost: sandalias que en vivo y en directo te provocan ganas de cortarte los pies antes que ponerte aquello por mucho que estén a doce eurillos.
Y por supuesto: ¡Los burros hasta los topes! Te gastas la yema de los dedos intentando pasar las prendas. ¿Qué levante la mano quien aguante más de 10 paso-prenda-siguiente? Ni de broma. Bueno y si intentas sacar alguna, fijo que te llevas 4 perchas y tiras alguna al suelo. Esto en Zara es muy típico, los tobillos rotos de caminar y el lomo de agacharte a recoger prendas.
De pronto y justo cuando has detectado algo que te gusta mil, miras el precio y te das cuenta que parece su precio habitual. Buscas a una de esas almas ganándose el cielo que hay por la tienda en un sin-cesar de plegar ropa de cajones imposibles.
La encuentras -que no es tarea fácil entre la marabunta – y le preguntas: “Perdona, ¿esta prenda…?” y antes de que hayas acabado la frase te contesta: “Si. Es de temporada”, con una sonrisita sardónica que es claramente la venganza por el día que está pasando en ese Vietnam que se ha improvisado al entrar la maraña de gente busca-chollos.
Por favor, en ese momento apelo a tu sentido de la abstinencia, a tus principios rebajiles, al que sea tu mantra, si es necesario metete en un probador y echa un padreamancionuestro o un aveintimissi, pero DI NO a la ropa de temporada.
Has superado cosas peores: Piensa en los bombones que han traído esta mañana a la oficina y que no has comido porque estas a dieta…esto también lo vas a superar. ¡Suéltalo! ¡Suéltalo! ¡Ya está! Ahora huye…
La realidad se impone: saliste buscando prendas buenas de fondo de armario y un par de ‘temitas’ que tenías fichados y vuelves con 4 prendas de temporada, 7 caprichos, 2 prendas claramente no-ponibles y aquellos stilettos para una ocasión especial – y que claramente no te vas a poner a no ser que te aparquen el coche a pie de restaurante – que por cierto no acaban de ser tu estilo pero estaban rebajadísimos.
Mira, me lo ahorro. Yo tengo mis rebajas personales. Son virtuales y acompañadas de un chispazo. Cero stress, nada de empujones y mis pies descansaditos en las zapatillas.
Eso sí la tarjeta echando humo como si estuviera recorriendo Paseo de Gracia.
Cuidado que las rebajas las carga el diablo.
Y si no mirar…
Foto que me envía una amiga esta mañana con un comentario acertadísimo (#graciasSandra)
“Me lo he comprado no sea que en las segundas rebajas suba”
#rebajasestafa #verparacreer
Cuánta razón tienes! Quién se ha inventado esto de «Nueva temporada» cuando la ropa es de la misma que se está rebajando?
Cierto Imma!!! Nos intentan dar gato por liebre y ¡eso si que no!
Hola Alicia, vuelvo a estar por aquí y aprovecho para decirte que estoy totalmente de acuerdo contigo, yo en la época de rebajas ahorro dinero, pero no porque compre barato sino porque no voy a las rebajas, creo que es el timo de la estampita, pues yo también me he encontrado con el caso de que algo no lo compro por esperar a las rebajas y luego lo encuentro como de nueva temporada.
Un abrazo.
Hola Anna!!! Que bueno buenísimo encontrarte por aquí.
Pues si, lo de las rebajas es un timo del que yo prefiero pasar. Empujones y colas para acabar comprando temporada, va a ser que no…
Te envio muchos besos guapa!!!